Sábado en la noche, 11:13. La ira invade mi cabeza, la llena de ideas y pensamientos realmente funestos. Ella mira directamente a mis ojos y lo único que encuentra es rabia, encendida en un fulgor oscuro de puro y latente odio. Se acerca a mi lentamente, ignorando la mirada fulminante que no se le despega un segundo, me toma de la mano, yo solo pienso en abofetearla con todas mis fuerzas, estoy furioso con ella y sin embargo no puedo mover mi brazo, la dejo acercarse demasiado, la dejo tomarme de las manos, la dejo abrazarme con fuerza. Su aroma es intoxicante, su perfume ha inundado la atmósfera que nos rodea, y yo por más que quiero golpearla no puedo. Me suplica que la perdone, eso solo me enfurece aun mas, me mira arrepentida pero sus lagrimas no logran ablandarme el alma, hubo un tiempo en que lo hubieran hecho, un tiempo que murió hace mucho, ahora solo consigue irritarme talvez mas de lo que debería. Me sostiene la cabeza y me besa fuertemente, tanto que duele; pero el dolor no es por la intensidad de su beso, no, es el golpe que recibí hace un rato, uno que recibí por su culpa, uno del que aun puedo saborear mi propia sangre, y que ahora me empeño en hacerle probar, y lo hace, su lengua limpia la herida abierta en el interior de mi boca. Me acaricia el rostro mientras mordisquea mi oreja, me susurra al oído que desea llevarme a la cama, yo la aparto sosteniéndole las mejillas con ambas manos, le regalo una sonrisa siniestra y la beso con la misma fuerza con la que ella lo hizo hace un momento…
09:27. Quiero ser bueno, quiero ser normal, quiero recuperar mi antigua inocencia, mi confianza, mi fe en las personas. Ella me llamo hace una semana, esta en problemas nuevamente, se metió con las personas equivocadas una vez mas, con una pandilla de drogadictos mal vivientes, unos que conoció gracias a mi. Me sentí responsable la ultima vez, cuando la saque de esa fiesta en donde estuvieron a punto de violarla dos asquerosos hijos de puta que conoció por mi, donde uno de ellos casi logra que me orinara en los pantalones cuando saco su escuadra y me la puso en la frente; fue un tubazo en las costillas en lugar de una bala en la cabeza, aunque aun ahora, después de tanto tiempo, me sigue doliendo puedo decir que esa noche termino bien. Ahora se ha vuelto a meter con los mismos cabrones, y yo me encuentro parado en la puerta de la casa donde se realiza la “fiesta” dispuesto a entrar y encarar lo que sea que me encuentre adentro, justo como lo hubiera hecho el “Yo” de antes. El cabrón que soy ahora le hubiera colgado cuando me llamo, la hubiera mandado al diablo, aun ahora en mi mente se que es un maldito error estar aquí, y aún así aquí estoy, justo como lo hubiera hecho hace unos años cuando era un niño estupido que gustaba de ayudar a los demás dejando de lado sus propios problemas. Al diablo con esto, con la incertidumbre, quiero ser bueno, quiero ser normal, quiero recuperar mi antigua inocencia, mi confianza, mi fe en las personas.
10:45. Todo se fue a la mierda. Ente decidido, sin titubear. La encontré con los mismos cabrones que la vez anterior, la encontré en el mismo estado que la vez anterior, con la nariz atascada de coca, elevada hasta el techo. Pero algo es diferente a la vez anterior, algo que me deja helado, que me deja completamente en shock; ella no esta en peligro alguno, me mira y ríe junto a sus amigos, los que se supone que deberían estarla maltratando y que en vez de eso se ríen de mi, se vanaglorian de conseguir lo que buscaban, hacerme llegar a la fiesta y desquitar una cuenta pendiente. Ella me mira y ríe con ironía, me mintió y yo le creí, me dijo que estaba en problemas, que me necesitaba, y yo corrí a ayudarla. Entre directo y sin titubear a la boca del lobo. Me rodean los cuatro infelices que están con ella, sin duda esperan darme una buena madriza. Me insultan, me gritan y uno de ellos me golpea en rostro, y siento mi sangre brotar de una herida que su puño abrió dentro de mi boca cuando choco con alguno de mis dientes, dicen que no voy a salir vivo de ahí, y yo solo comienzo a reír. Mi carcajada inunda la habitación, los miro con desden a todos, sobre todo a ella. Se encuentran desconcertados por mi risa, los muy pendejos creyeron que iba a llegar solo como la vez pasada, idiotas, no habían notado a los dos hijos de perra que llegaron conmigo, ambos tipos de barrio, ambos mas de un metro ochenta de estatura, ambos demasiado locos como para que les importe cargarse a uno o dos pendejos, ambos demasiado locos como para que les importe algo, lo que sea. Mis amigos empiezan a repartir golpes y yo simplemente rió a carcajadas, observando al imbecil que se encuentra frente a mi, hincado y con miedo en los ojos. Me acerco a el, despacio, con una sonrisa de rabia en la boca, con el sabor de mi sangre subiéndose demasiado rápido a la cabeza. Ya no quiero ser bueno o inocente, tras el pequeño lapsus de esta noche vuelvo a ser el culero en el que me convertí hace tiempo, ya no quiero tener confianza ni fe en los demás, en lo que a mi respecta, los demás pueden joderse. Agarro al infeliz del cabello y lo pateo hasta cansarme, me vuelvo y me encuentro con ella, mirándome con lágrimas en los ojos, los míos solo le expresan odio. La tomo del brazo y la saco de ahí, dejo a mis amigos que continúen jugando con los cabrones y yo desaparezco en la fría noche.
Sábado en la noche, 11:13. Me acaricia el rostro mientras mordisquea mi oreja, me susurra al oído que desea llevarme a la cama, yo la aparto sosteniéndole las mejillas con ambas manos, le regalo una sonrisa siniestra y la beso con la misma fuerza con la que ella lo hizo hace un momento. El beso termina y yo la miro con la misma rabia de hace un rato, la abofeteo y el golpe la hace caer de rodillas, valla, al parecer ya puedo mover mi brazo otra vez. La veo llorar del dolor, me mira desconcertada, entre risas irónicas le digo lo mierda que es, le digo que la odio, que no quiero volver a verla, volver a oír su voz, volver a pensar en ella. Esta inmóvil, el miedo y la sorpresa dominan su mirada, la cual no despega de mí. Yo enciendo un cigarro, la observo detenidamente, le dedico otra sonrisa siniestra mientras me doy la vuelta y me alejo lenta y pausadamente.
Ya no puedo ser bueno, ya no puedo ser normal, ya no puedo recuperar mi antigua inocencia, ni mi confianza, ni me fe en las personas. Mi alma y corazón han sido consumidos por la naturaleza del hombre en el que me he convertido. Ya no me queda esperanza…