EL MUEBLE
Por escupir secretos en tu vientre,
por el notario
que juntó nuestros besos con un lápiz,
Por los paisajes que quedaron presos
En nuestra almohada a trinos desplumados,
por la pantera aún que hay en un dedo,
por tu lengua
que de pronto desaparecía superficies,
por la vuelta al mundo sin orillas
en tu ola con náufragos: tu vientre;
y por el lujo que se dan tus senos
de que los limpie un perro que te lame,
un ángel que te ladra si te vistes,
cuatro patas que piensan cuando celan;
todo esto me cuenta solamente tu cuerpo,
un volumen insólito de sueldos regateados,
un ponerme por dentro detectives,
cuidarme en las esquinas de tu origen,
remendar mi heroísmo de fonógrafo antiguo,
todo el año lavando mis bolsillos ingenuos,
atrasando el reloj de mi sonrisa,
haciendo blando el día cuando llega visita,
poniéndole gramática a tus ruidos,
poniendo en orden
el manicomio cuerdo de tu sexo;
déjame ahora
que junte mis dudas a la escoba,
quiero quedarme limpio como un plato de pobre;
tú,
que llenaste mi sangre de caballos,
tú,
que si te miro me relincha el ojo,
dobla tu instinto como en una esquina
y hablemos ahí solos,
sin el uso,
sin el ruido
del alquilado mueble de tu cuerpo.
MANUEL DEL CABRAL
por el notario
que juntó nuestros besos con un lápiz,
Por los paisajes que quedaron presos
En nuestra almohada a trinos desplumados,
por la pantera aún que hay en un dedo,
por tu lengua
que de pronto desaparecía superficies,
por la vuelta al mundo sin orillas
en tu ola con náufragos: tu vientre;
y por el lujo que se dan tus senos
de que los limpie un perro que te lame,
un ángel que te ladra si te vistes,
cuatro patas que piensan cuando celan;
todo esto me cuenta solamente tu cuerpo,
un volumen insólito de sueldos regateados,
un ponerme por dentro detectives,
cuidarme en las esquinas de tu origen,
remendar mi heroísmo de fonógrafo antiguo,
todo el año lavando mis bolsillos ingenuos,
atrasando el reloj de mi sonrisa,
haciendo blando el día cuando llega visita,
poniéndole gramática a tus ruidos,
poniendo en orden
el manicomio cuerdo de tu sexo;
déjame ahora
que junte mis dudas a la escoba,
quiero quedarme limpio como un plato de pobre;
tú,
que llenaste mi sangre de caballos,
tú,
que si te miro me relincha el ojo,
dobla tu instinto como en una esquina
y hablemos ahí solos,
sin el uso,
sin el ruido
del alquilado mueble de tu cuerpo.
MANUEL DEL CABRAL
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